Muchos de los jóvenes que acompañamos viven su día a día dentro de una ciudad, llena de edificios varios, centros comerciales, plazas, y todo lo que representa vivir en un lugar urbanizado. Pero esto para muchos es un problema por el hecho de tener al alcance mucho “pecado” en sus calles. Hoy te compartimos este interesante artículo que habla sobre el tema, lee un adelanto:
Las ciudades concentran pecado y necesidad, pero también ofrecen una comunidad y un ministerio unido.
La historia del pueblo de Dios comienza en un jardín. En el paraíso de la creación, el primer hombre y la primera mujer experimentaron una gran intimidad tanto con la creación como con el Creador. Caminaban con Dios en comunión individual; cara a cara. Ellos cuidaban el jardín, pero por causa de su pecado Dios los expulsó del Edén y de toda su gloria. Sin embargo, más allá de que el pecado estropeara la relación de ellos con el Creador, no consiguió destruir en ellos la imagen de Dios. Incluso hoy, en un mundo caído, el paisaje natural todavía refleja la suprema majestad de Aquel que lo creó.
Hallar a Dios
Desde aquel tiempo, no hemos dejado de buscar esa comunión intensa e individual con Dios. Por eso, es natural que muchas personas abandonen sus hogares citadinos para estar en un parque natural, así consiguen aislarse del ruido y del desorden creado por el hombre. Van al campo en busca de un renuevo espiritual y de una visión más certera de cómo Dios había planeado la vida.
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