Pero tú, Timoteo, sabes muy bien lo que yo enseño y cómo vivo y cuál es el propósito de mi vida. También conoces mi fe, mi paciencia, mi amor y mi constancia. (2 Timoteo 3:10)
Uno de los errores más comunes que cometemos los líderes o pastores es el no discipular. Es curioso cuánto hablamos de esto a los jóvenes, pero no lo aplicamos. No dedicamos tiempo a preparar a otros, olvidamos ser mentores de los jóvenes que vienen detrás de nosotros.
Permíteme usar el ejemplo de Pablo y Timoteo, porque podemos leer cómo Pablo se encargó de Timoteo desde que este era jovencito. Y también podemos leer cómo Pablo le encargó una de las iglesias que él plantó. ¿Cómo llegó a este punto? Te haré pensar, ¿qué pasaría si tuvieras que dejar este mes el liderazgo porque debes moverte de ciudad?, ¿hay alguien a quien tú puedas confiarle el grupo porque ha trabajado cerca de ti?
Yo quiero invitarte a recordar el gran mandamiento que recibimos de Jesús. No fue hacer muchos convertidos o tener un grupo de jóvenes muy numeroso. Fue hacer discípulos. En otras palabras, Jesús nos llama a mentorear, a preparar a otros para colaborar contigo, a realizar a la par tuya la obra que estás realizando y obviamente a entregarles la estafeta cuando llegue el momento.
Debo reconocer con tristeza que nos hemos enfocado más en ALCANZAR, pero hemos descuidado el mandato de discipular. Y ojo, no estoy hablando de darles un curso de discipulado y terminar nivel 1 y 2. ¡NO!, de hecho en la Biblia no encontramos ese ‘sistema de discipulado’. ¿Entonces cómo?
Lo que leemos en las cartas de Pablo a su discípulo Timoteo nos deja ver cuál es el sistema de trabajo (te invito a leer toda la carta). Podrás descubrir que se conocían muy bien: hablan de enseñanza por supuesto, pero también del modo de vida (comunión) y hasta del propósito de vida (intimidad). Hablan de persecución y sufrimiento (dificultades juntos). Hay consejos y advertencias. Incluso hasta consejos de salud (1 Timoteo 5:23). En pocas palabras, el discipulado no es sólo un curso, sino una relación.
Pablo estuvo dispuesto a sacrificar su comodidad, su tiempo, dinero y esfuerzo para invertir en la vida de otro. ¿Lo estás haciendo?
- Experiencias en el ministerio – Reflexión - diciembre 11, 2013
- Con Tu Biblia Siempre A La Mano – Reflexión - diciembre 9, 2013
- Hábitos que deberías desarrollar – REFLEXIÓN 2 - agosto 22, 2013
