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REVISAR NUESTRAS PREMISAS EDUCATIVAS

Los estudios anteriores nos sirvieron para definir de forma breve qué es la postmodernidad. También pudimos observar algunas de las características más notables de los jóvenes postmodernos. Por último, durante los tres últimos meses abordamos los desafíos más importantes que la postmodernidad plantea a la juventud.

El propósito de este estudio es trabajar los cambios que debemos llevar a cabo en nuestra forma de trabajar con la juventud de nuestras iglesias. Este tema puede ser muy delicado ya que cuestionará muchas premisas que nos son conocidas y queridas, aunque no necesariamente sean bíblicas.

Esperamos que lo tratado en este tema os ayude a servir mejor a la juventud de nuestras comunidades.

I.LA VERDAD OBJETIVA YA NO FUNCIONA PARA LOS JÓVENES

Cuando hablábamos del relativismo ya mencionamos que éste se da en dos campos diferentes, el campo de la moral y el campo del conocimiento. Afirmamos que el relativismo indica que no existen verdades absolutas en el campo del conocimiento. La verdad absoluta no existe, afirman los relativistas. Si existiera, pueden llegar a admitir, sería imposible conocerla y, naturalmente, sería totalmente imposible el demostrarla.

El concepto de verdad absoluta que hoy en día manejamos con tanta soltura tiene su origen en la Ilustración europea. La ilustración fue ese movimiento filosófico que se dio en la Europa del siglo XVIII. La ilustración enseñaba que el conocimiento que nosotros podemos tener por medio de la razón es como una especie de espejo, o foto, de la realidad, de cómo el mundo realmente es. Dicho de otra manera, por medio de nuestra razón, de nuestro intelecto podíamos llegar a conocer las cosas tal y como realmente eran. Podíamos estar seguros que lo que sabíamos era cierto y tenía una correspondencia fiel con el mundo real.

Se creía que la verdad, por decirlo de una manera coloquial, existía ahí afuera, en una especie de limbo o lugar donde la verdad residía. Esta verdad estaba esperando ser descubierta, y ese descubrimiento podía llevarse a cabo por medio del uso de la razón. Cuando usábamos nuestra razón podíamos estar seguros que aquello que llegábamos a conocer era real, cierto y objetivo. Es decir, todas las personas, partiendo de la misma base y usando su razón podían llegar a las mismas conclusiones puesto que la verdad era algo objetivo, algo que tenía existencia por sí misma al margen totalmente del observador exterior.

Bien, ya sé que para algunos hermanos lectores todo esto puede sonar a arameo del periodo intertestamentario, sin embargo, es muy importante tratar de comprenderlo para poder entender los cambios que se han producido en la manera de pensar y vivir de nuestros jóvenes.

Sigamos con nuestro intento. Si la verdad era objetiva y existía, eso significaba, como hemos mencionado antes, que cualquier persona que no estuviera impedida o condicionada por las nubes de la sinrazón, los prejuicios ideológicos o los intereses personales, podría llegar a la misma conclusión que nosotros, ya que la verdad es algo objetivo, con existencia propia al margen de cualquier observador. Vamos, que si los dos miramos a los mismos hechos y no llegamos a la misma conclusión es debido a que alguno de los dos está condicionado en su acercamiento por las razones que sean.

Si la verdad existe por sí misma (recordemos que en una especie de “limbo”) al margen de las personas, puede existir una dicotomía entre mi forma de pensar y mi forma de vivir. No habría una relación necesaria entre ambas aunque esta si que fuera deseable. Dicho de manera más clara. Yo puedo hablar del evangelio y no vivirlo ni demostrarlo en mi vida personal. Pero, aunque exista una dicotomía el evangelio continúa siendo la verdad, y cualquier persona que investigara las evidencias debería de llegar a reconocer esa verdad. Si no lo hacen es por intereses oscuros que les impiden acercarse a Dios. La verdad, sigue siendo la verdad aunque yo no la viva ni la encarne en mi experiencia.

Todo lo dicho hasta ahora refleja la forma de pensar de la modernidad. Estas eran las premisas con las que las personas modernas se acercaban al tema de la verdad. Sin embargo, no olvidemos, ya lo hemos mencionado anteriormente, los postmodernos, es decir, los jóvenes con los que estamos trabajando se acercan al tema de la verdad con unas premisas completa y totalmente diferentes.

II.LA MODERNIDAD Y LA ENSEÑANZA BÍBLICA

En la modernidad la verdad era, ante todo, conocimiento intelectual al que se llegaba por medio de la razón. En consecuencia, y a fin de estar en línea y ser aceptables a la modernidad y contactar con ella, los evangélicos adaptamos todo nuestro acercamiento educativo a las premisas con las que se movía la modernidad.

Ross Rhode en un magnífico artículo titulado El evangelio y la postmodernidad explica cómo la forma en que hemos organizado la educación en el mundo cristiano responde a la concepción moderna de la verdad. Veamos algunos ejemplos.

  • Perspectiva científica de la Biblia. Toda nuestra apologética está orientada a demostrar que la Biblia es históricamente fiable y que podemos confiar en que el texto recibido es el que realmente escribieron los autores de los diferentes libros.

  • Énfasis en la doctrina. Hemos hecho grandes esfuerzos en sistematizar la Escritura, de ahí la importancia de nuestra teología sistemática y de nuestras controversias teológicas y doctrinales sin fin, en ocasiones, por matices totalmente banales. Se produce también un rechazo a todo aquello que no encaja dentro de nuestros sistemas doctrinales.

  • Poca tolerancia al misterio. La razón era lo más importante en la modernidad y, nosotros, a fin de hacer el cristianismo aceptable a la modernidad intentamos suprimir todo aquello que olía demasiado a misterio o sobrenatural. Llevado al extremo trajo consigo todo el proceso de desmitificar la Biblia que la teología protestante europea llevó a cabo durante los siglos XIX y XX. Sin embargo, sin ir más lejos, muchas de nuestras denominaciones contemporáneas tienen aversión a todo tipo de manifestaciones carismáticas procedentes del Espíritu y a toda la vertiente subjetiva de la experiencia cristiana.

  • Poca tolerancia por la disensión y la diversidad. Esto es una realidad tanto a nivel de doctrina como de práctica. Estamos tan convencidos de tener la verdad objetiva, que nos resulta muy difícil tolerar y aceptar incluso a hermanos que ven esa verdad o la entienden de manera diferente a la nuestra.

  • Proclamación del evangelio como doctrina. Las iglesias han desarrollado una gran capacidad para transmitir el mensaje del evangelio de una forma proposicional, clara y sencilla. Hemos esquematizado, resumido y simplificado el evangelio para hacerlo más comunicable. Las Cuatro Leyes Espirituales serían un ejemplo y a la vez, la obra maestra de la modernidad en este sentido.

  • Centralidad de la predicación y la enseñanza. La manera en que entendemos la fe hace que consideremos espiritualmente maduro a aquel que posee conocimiento bíblico y doctrinal. De ahí la importancia de la enseñanza. De hecho, nuestros ministerios de enseñanza en la iglesia local copian el sistema educativo secular, con grados, currículos, materias, etc.

  • Poca prioridad al discipulado personal. La transmisión de la fe por medio del acompañamiento espiritual, que fue central durante muchos años en la iglesia cristiana, no tiene el lugar central que debería tener. Incluso, cuando se da, está más centrado alrededor del estudio bíblico que la transmisión de vida espiritual. En ocasiones bajo la expresión discipulado se esconde un sistema reglado de formación. Nada puede ser más contrario al espíritu del discipulado bíblico que la expresión “clase de discipulado” o bien, “curso de discipulado” A uno le resulta difícil ver a Jesús usando esas expresiones y siguiendo ese patrón.

La iglesia se adaptó a la modernidad y lo hizo bien. Sin embargo, los tiempos han cambiado y, sin cambiar el evangelio, la iglesia debería hacer un esfuerzo para acomodar sus premisas educativas a los nuevos tiempos. Esto requiere mucha sabiduría y sensibilidad para saber desechar aquello que es temporal y cultural y mantener a la vez el evangelio puro. Hemos de cambiar la forma pero no el fondo. Sin embargo, el peligro se da cuando confundimos ambas cosas y defendemos la forma como si del fondo se tratara. Esta confusión puede llevarnos a muchos problemas, el principal de ellos sería defender la cultura de la modernidad como si del evangelio se tratara impidiendo con ello que los jóvenes con una mentalidad postmoderna puedan acercarse al evangelio redentor de Jesús. El vino nuevo requiere de odres nuevos. Al menos, eso afirmaba Jesús.

III.EL CONCEPTO DE VERDAD HA CAMBIADO PARA EL JOVEN

No lo olvides, los jóvenes postmodernos quieren ver y experimentar. Ellos no se acercan a la verdad y al conocimiento de la misma por medio del intelecto sino más bien por medio de la experiencia. Vale la pena volver a recordarlo el concepto de verdad objetiva a la que se accede por medio de la razón es una invención, un producto de la Ilustración.

La nueva generación no pueden identificar la verdad en un discurso o una predicación, necesitan verlas encarnada en un grupo humano, en la comunidad, en individuos para poder reconocerla y, por tanto, poder aceptarla en sus vidas.

Ya mencionamos al hablar del pluralismo que en las sociedades postmodernas son precisas las estructuras de credibilidad o plausibilidad para que los diferentes estilos de vida puedan ser creíbles y aceptables.

Para los jóvenes postmodernos no basta con decirles o explicarles la verdad. No importa cuan ortodoxa y bien sistematizada esté nuestra teología. Para ellos es indiferentes cuántas doctrinas tengamos y nuestros planes y estructuras para enseñarlas. Ellos necesitan ver la verdad en la comunidad en la que forman parte y, a menos que la vean, no podrán reconocerla. No lo olvides, ellos no procesan la verdad como los modernos, ellos necesitan ver, vivir y experimentar.

Ya lo desarrollamos en el tema del pluralismo, la comunidad cristiana debe actuar como estructura de credibilidad, es decir:

  • Debe ser un grupo humano que vive y practica lo que cree. No basta con que enseñe la verdad y crea la verdad. Debe vivir de forma evidente la verdad.

  • Desde el punto de vista bíblico la verdad no es algo que existe ahí afuera, en ese “limbo” donde residen las ideas. Este concepto que popularizó la Ilustración tiene su origen, como tantas cosas, en el pensamiento griego. Desde el punto de vista bíblico la verdad sólo existe encarnada, bien sea en personas o en la comunidad.

  • Si una comunidad no vive la verdad, entonces no posee la verdad, tan sólo tiene discurso teórico.

  • Los jóvenes únicamente podrán identificar la verdad de Dios cuando la puedan ver encarnada, es decir, hecha carne, tomando vida en la comunidad o sus individuos.

  • Los jóvenes no buscan estructuras de credibilidad perfectas, pero, como mencionábamos en el artículo anterior, si coherentes.

  • A menos que la comunidad provea con la verdad encarnada los jóvenes no podrán tomar decisiones en un contexto de pluralismos.

Es posible que llegados a este punto algunos lectores piensen que estamos rozando la herejía. Creemos que no. Es nuestra convicción que la enseñanza bíblica va en la dirección que hemos estado apuntando. Veamos algunos puntos al respecto:

  • En el Nuevo Testamento Jesús es la verdad revelada y encarnada. Jesús se definió a sí mismo como la verdad en el famoso pasaje de Juan 14:6.

  • En Juan 1:14 se nos dice que Jesús plantó su tienda en medio nuestro. Esto es muy importante. Jesús ha sido y sigue siendo la estructura de credibilidad de Dios. Nosotros sabemos que el amor y el interés de Dios por nosotros es cierto porque Jesús, con su encarnación, vida y muerte lo ha demostrado. El amor de Dios no es discurso, el amor de Dios es amor encarnado. Dios se ha hecho creíble para los seres humanos gracias a la vida de Jesús.

  • Jesús se definió a sí mismo como la luz. La luz que permite discernir en medio de la oscuridad. Del mismo modo, Jesús nos ha dicho a nosotros que somos la luz. No ha dicho que nuestras confesiones de fe o declaraciones doctrinales sean la luz. Lo que el Maestro afirma es que nuestras vidas son la luz, las que hacen creíble, o no, el evangelio.

  • Jesús fue su mensaje. Del mismo modo, el primer relato del evangelio y, todo sea dicho, el más creíble es nuestra propia vida. Muchas veces nuestra vida habla tan fuerte y claro que hace imposible el acercamiento al relato del evangelio escrito.

  • Jesús nos desafío a encarnar la verdad. Es interesante que en su afirmación de Juan 13:35, Jesús indica que el mundo llegará a la conclusión de que somos sus discípulos al comprobar nuestro amor. Dicho de manera más clara, no serán nuestros credos o confesiones de fe los que darán credibilidad a nuestra identidad cristiana, será nuestro amor, o, por decirlo de otra manera, nuestra forma de vivir, la verdad encarnada.

  • En su oración sacerdotal Jesús también indica que lo visible, en este caso nuestra unidad, será lo que ayudará a un mundo incrédulo a creer que Jesús ha sido enviado por el Padre (Juan 17:23). La verdad encarnada en la iglesia, ésta viviendo en unidad, será reconocible por el mundo, sin embargo, el discurso, no sirve ni tiene valor para una sociedad postmoderna.

  • Finalmente en el ya mencionado pasaje de la luz del mundo Jesús indica que cuando la gente vea nuestras buenas obras, entonces, y sólo entonces, alabarán a nuestro Padre que está en los cielos.

Los que estamos tratando de insistir una y otra vez es el hecho de que la verdad, desde el punto de vista de las Escrituras vive y toma cuerpo en la vida de la comunidad cristiana. La Biblia cuando habla de verdad habla de verdad encarnada. Cuando la iglesia no encarna la verdad sólo tiene discurso vacío. Cuando la iglesia no vive la verdad y ésta no toma cuerpo en los creyentes es irreconocible para los jóvenes postmodernos que tienen premisas diferentes y sólo pueden reconocerla cuando la ven y la experimentan.

Jesús desafiaba a la gente a que fueran y vieran “VEN Y VE” fue el reto de Jesús a los que querían ser discípulos suyos. Es increíble como el evangelio siempre tiene la respuesta a los desafíos de cada generación. Para el joven postmoderno nuestra respuesta educativa ha de ser “VEN Y VE”, una respuesta auténticamente bíblica ¿no es cierto? Cuando trabajamos con los jóvenes y los adolescentes hemos de olvidarnos del “VEN Y OYE” propio de la modernidad y enfatizar el “VEN Y VE”, “VEN Y VIVE”, “VEN Y EXPERIMENTA” a Jesús, la verdad encarnada.

Nuestras premisas educativas deben cambiar en este mundo postmoderno. Para trabajar con los jóvenes y tener un impacto en sus vidas hemos de encarnar la verdad para ellos, hemos de vivirla.

Recordemos que la verdad bíblica no existe en un limbo exterior donde residen las ideas tal y como suponían los griegos. La verdad existe encarnada en una comunidad de fe que la vive, la hace real y, por tanto, la hace identificable para los jóvenes.

Este artículo tenía como propósito desafiar nuestras premisas educativas. El próximo trabajo tratará sobre la aplicación práctica de lo desarrollado, es decir, de qué modo podemos encarnar la verdad para los jóvenes, cómo se transmite la verdad en la postmodernidad.

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