“Si le dices a una persona que hacer, hará lo que le dices, si le dices que puede hacer hará lo que le gusta y se sentirá bien” Pocas personas desprenden tanta simpatía y como el exjugador de baloncesto Fernando Romay. Pero, de joven, no lo tuvo nada fácil: con 14 años medía dos metros, no cabía en el pupitre del colegio y usaba ropa “de señor mayor”.

En su Coruña natal, era un gigante con mente de niño al que todos señalaban. Hasta que un compañero le animó a jugar al baloncesto: “Yo era torpe y desgarbado, pero muy, muy alto”, explica. Años después, el Real Madrid le fichó para su equipo juvenil. Allí le hicieron ver que sus diferencias, en realidad, eran virtudes: “Me dijeron que me necesitaban, que mi morfología podía ser útil al equipo”.
Para Romay, esto supuso encontrar su sitio. Desde entonces, este “gigante” entrañable anima a las personas a entender el valor de la diferencia. “Siempre hay algún lugar en el que puedes sentir que encajas, donde te puedes sentir a gusto”, concluye.

Es famoso por ser el único español que ha puesto un tapón a Michael Jordan. En los años 80,


