El ser humano, al tener fe, le da un valor intrínseco a sus acciones y se motiva para realizar grandes hazañas que de otro modo no tendría razón para hacerlas. La fe es una herramienta muy poderosa que el ser humano ha aprovechado desde su creación para su beneficio.
La fe que agrada a Dios hace que las oraciones y los sacrificios de alabanza sea aceptables delante de Dios; por eso la persona que viene al altar, a presentarse ante el Señor, debe estar convencido de que Dios es real, de que es fiel y de que puede cumplir sus promesas.
“Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve”, (Hebreos 11:1, NVI)


